20050514

ANÁLISIS EN VISIÓN UNIVERSITARIA…SÁBADO 14/05/2005.

LOS VALORES EN LA POSMODERNIDAD….

Para quienes tenemos un compromiso sublime con la educación universitaria, es imperativo tener muy a la mano, la orientación en valores, que cada día debe alimentar nuestro espíritu, nuestra misión, y nuestra visión de ductores y orientadores de las generaciones de relevo, en procura de nuestro aporte hacia la búsqueda incesante de un destino alumbrado por las luces del avance virtuoso, más aun tomando en cuenta igualmente el mapa de valores predominantes en el momento histórico que se vive.

El mensaje renovado de su Santidad Benedicto XVI, que nos previene sobre un relativismo muy propio de la posmodernidad, con su pluralismo de valores, en una suerte de entremezcla de valores y antivalores, consecuencia de esa filosofía relativista, que se impone en función de un hacernos creer que todo vale en lo existencial.

Si tomamos la tesis de Enrique Gervilla, encontramos: Pluralismo y diversidad, fragmentación, pensamiento débil, desorientación, escepticismo, secularización, tolerancia, lo “Light”, que surgen ante el desencanto de la razón y la pérdida de fundamentos en la vida. Por otra parte, nos agrupa valores como: la liberación, desconfianza, humor, lo cotidiano y superficial, lo pequeño, que se derivan de la incredulidad ante los grandes relatos y la disolución del sentido de la historia.

Igualmente, Gervilla, enumera: la afectividad y sentimiento, el placer, narcisismo, novedad, aculpabilidad, que aceleradamente se generan por la fragmentación moral

Estos valores, y muchos más que no acabaría nunca de enumerarse, son relativismo puro, presentismo, vale decir lo momentáneo, lo inmediato, y del hedonismo, que impone el placer ante toda circunstancia.

Esto nos confirma, la angustia de su Santidad Benedicto XVI, al denunciar el relativismo posmoderno, que abandona las creencias de verdades absolutas, deslizándose hacia el movedizo e inestable terreno de lo efímero, de lo banal, del vivir al minuto, del pasarlo bien aquí y ahora, al margen de toda moralidad. Esto sin lugar a dudas ha fortalecido la peligrosa cultura individualizada, con trajes a la medida, a lo de cada cual.

La velocidad, lo rápido de los cambios culturales, que hacen que de generación en generación ya no hay diálogo, no hay identidad, imponiéndose una conflictividad enfermiza, que hace muchas veces a los padres abuelos de sus hijos.

Tenemos que volver la mirada, junto a los jóvenes, hacia los valores que perfeccionan al hombre, a esos valores que afectan ala persona en su totalidad, en cuanto hombre, que nos lleven al desarrollo y plena realización de ser propiamente humanos.

Entendamos que el primer valor del hombre está precisamente en su condición de ser persona. Esa fundamentación hacia los deberes y los derechos que son inherentes al hombre que ni él mismo puede renunciar.

Lo que nos permite medir lo bueno y lo malo, permitiéndonos y realizándonos como personas. Pero asumiendo una escala de valores que asimilemos, para una sana orientación en procura de un asumir actitudes globalizadas en el campo social, para hacernos libres, respetuosos, tolerantes, justos, solidarios, que nos haga apartarnos de una sociedad tecnocratica y deshumanizada, insolidaria, unidimensional. Permitámonos de tal forma una actitud positiva frente a los valores, apreciándolos para promocionar la cultura de la vida, para nutrir con pasión lo societario. Digamos con su Santidad Benedicto XVI, en sus palabras muy recientes ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede: “Cada pueblo tiene que sacar de su patrimonio espiritual y cultural los mejores valores de los que es portador para salir sin miedo al encuentro del otro, aceptando compartir sus riquezas espirituales y materiales para el bien de todos”.