20060809

VISIÓN UNIVERSITARIA. ANÁLISIS. MIÉRCOLES 09/08/2006.
LIC IVÁN DANILO CHACÓN LABRADOR
NO TENER MIEDO A LA VERDAD.

He hablado de la verdad y cuento con hablar de la libertad. La conexión entre ambas me parece cada vez más evidente: la una depende de la otra, y la falta de una pone en peligro la otra. Cada vez estoy más persuadido de que la causa más profunda de los males que padece la humanidad es la mentira.

La tendencia dominante en la actualidad a la impunidad en todos los aspectos adquiere particular gravedad cuando se trata de la mentira. Es lo que puede llamarse la impunidad oral o verbal, el que la mentira circule y pase sin corrección ni apenas conciencia de su existencia. El influjo de la mentira cuando está potenciada por la organización y los «medios de confusión» es enorme, y rara vez hay reacción contra ella

Cada día, en los periódicos, en las conversaciones de amigos, familiares, en los coloquios, en los programas de radio o televisión, en los debates o confrontaciones verbales, se pueden contar mentiras evidentes, flagrantes, a las cuales no se pone coto ni rectificación.

Y ocurre que la mentira es fácil de descubrir y mostrar. Basta con enfrentarla con la verdad, con decir lo que ha ocurrido y ocurre, con ver la tergiversación o la ocultación de la realidad. Personas que tienen una vida pública, con acciones de especial transparencia, claridad meridiana en sus haceres, y decires, especialmente aquellas cuya personalidad consiste en eso, adquieren crédito y hasta a veces estimación porque no se muestra que su palabra es habitualmente vehículo de la falsedad.

La profanación de las palabras es uno de los recursos habituales, se llama una realidad con una expresión que quiere decir otra cosa, y el oyente o el lector inadvertido acepta la falsedad sin darse cuenta. Un hecho importante de los últimos años, quizá de un par de decenios, es el envilecimiento del lenguaje. La grosería, el ascenso hasta la expresión normal, hablada o escrita, de vocablos y giros que hace poco tiempo no se oían, y por supuesto no se escribían, es un hecho notorio, cuyas consecuencias casi nunca se advierten. Es increíble cómo expresiones que han sido siempre graves insultos que no se toleraban, se han convertido por extraños mecanismos que no se entienden bien en elogios con los que se califica y ensalza cualquier cosa.

Hay personas que cuando abren la boca -salvo para ingerir alimentos- mienten sistemáticamente. Bastaría con mostrarlo, tomar nota de ello, recordar lo que se debería decir en su lugar. Esto acarrearía el inmediato desprestigio, la imposibilidad de perseverar en esa actitud. El resultado final sería la eliminación de la vigencia del estado que la mentira provoca.